La Astrología estudia el movimiento de los cuerpos celestes de nuestro sistema planetario proyectados sobre la franja zodiacal.

La revolución de la Tierra determina, al ojo humano, el aparente movimiento del Sol, también considerado por los astrólogos como “móvil” dentro del Zodiaco.

LAS POSICIONES PLANETARIAS

Después de los descubrimientos de Copérnico y de Galileo, la heliocentricidad del sistema planetario fue el argumento principal defendido por los enemigos de la Astrología, convencidos de poder destruir la fundamentación de diagnósticos y previsiones basados en una estrella que, de hecho, no se movía.

Las teorías de Albert Einstein han destruído la validez de estas observaciones, ya que, dado el principio de relatividad del movimiento, resulta legítimo hablar del movimiento de la Tierra en torno al Sol o del Sol en torno a la Tierra. Para los físicos modernos, el Zodiaco como medio de observación es absolutamente válido.

Por lo tanto, podemos decir que el Sol se mueve de manera regular y ocupa cada año, en el mismo periodo, los mismos sectores zodiacales, determinando el ciclo de las estaciones terrestres.

Todos los otros planetas y la Luna ocupan en el Zodiaco posiciones mutables, reguladas por las diversas velocidades de sus órbitas, cada vez más lentas, a medida que aumenta la distancia respecto del Sol. En consecuencia, mientras nuestra estrella se halla por ejemplo en un signo estival, otros planetas pueden ocupar signos invernales, primaverales u otoñales, independientemente de la estación que se presenta en ese momento en la Tierra.

Es opinión de la Astrofísica que la multiplicidad de los planetas del sistema solar, las distintas distancias respecto al Sol, las diferentes órbitas, las relaciones angulares entre ellos, y otros aspectos y velocidades de cada uno, han determinado las condiciones particulares que han permitido el desarrollo de un tipo particular de vida en la Tierra.

Desde un punto de vista de la Astrología, la estructura del sistema solar ha influido e influye no solo en los fenómenos geofísicos y bioquímicos que permiten la vida, sino también en todos los procesos que acompañaron y acompañarán la evolución de la misma, desde el principio hasta el fin.

Cada planeta participa en esos procesos con una función particular, es decir, que ejercita su influencia sobre un cierto grupo de fenómenos, así como sobre un determinado sector del comportamiento humano. Esta influencia asume diversos matices según la posición ocupada por los planetas en los diferentes signos zodiacales. Existen afinidades y disarmonías entre los planetas y las posiciones en el Zodiaco. Es aquí donde el antiguo paradigma racionalista y la Astrología difieren drásticamente, si bien, algunos grandes científicos como Fred Hoyle, hablan ya de un “universo que se reproduce”, definiéndolo como un organismo vivo e interconectado.

Desde el punto de vista de la física más actual se sabe que, en esencia, todo es energía vibrando, y que unos campos energéticos influyen a otros. Es una eterna danza; la danza de Shiva de la mitología hindú, en la que todo anima y es animado. En ella existen unos campos energéticos de más entidad que son, de alguna manera, los rectores de esta danza, los directores de la orquesta energética universal.

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