En el ilustrado y académico siglo XXI, la palabra destino parece una herejía en determinados ámbitos. La muerte ha sido separada de su unidad original con el destino, y transformada en una entidad clínica, en vez de una vivencia metafísica.

El Destino

Los griegos denominaban Moira al destino, y desde el pasado más remoto era en gran medida un espíritu de condena y muerte, y un enorme poder, más antiguo que el más anciano de los dioses.

Hoy en día mencionar al destino parece implicar una pérdida de control, un desamparo, con cierta humillación e impotencia, pero donde quiera que nos encontremos con el destino, también está implicada la Astrología, ya que el concepto de Moira, surge de la visión de un cosmos ordenado e interconectado.

Gran parte de los mejores filósofos han creído en la Astrología. Esto implica la creencia en un futuro predecible, en la necesidad de un destino.

Con este tema la teología cristiana se encuentra ante un grave problema. El negativo de Moira, Heimarmene, como fue llamada en los primeros escritos astrológicos, fue un asunto popular cristiano durante varios siglos, que tuvo un enorme rechazo posterior, pero que nos hace ver que el asunto del destino no es solo pagano.

Aunque los cristianos medievales, de Boecio a Dante, conocían la tradición de la diosa del destino tan bien como la omnipotencia de la Santísima Trinidad, era un insulto para el poder de Dios. Decía Calvino, que en ocasiones Dios concede una gracia que anula la influencia de los cielos. La Reforma, igual que eliminó el culto a María, también quitó otras numinosas fuerzas femeninas del cosmos.

Moira en realidad, era un poder moral, pero nadie puede pretender, que era exclusivamente benevolente, o que tenia el menor respeto por los intereses estrechos o los deseos de la Humanidad. Además, no tiene nada que ver con objetivos, previsiones o proyectos. Todo esto es del ser humano, y sus asuntos. Moira es una fuerza ciega y automática, que deja a los individuos y a los colectivos jugar libremente, siempre que estos no se muevan fuera de la esfera de su competencia, y que reacciona con fiereza si se cruzan sus fronteras. Es una entidad que indica una verdad sobre el funcionamiento de la Naturaleza, y esta afirmación no añade nada nuevo, más que incidir sobre que este ordenamiento sea necesario y justo.

Anaximandro y sus seguidores se imaginaban el universo dividido de acuerdo a un esquema de esferas de poder, y la palabra Moira significa “parte” o “porción”.

El universo era inicialmente una masa no diferenciada, y cuando los cuatro elementos entraron en juego no recibieron su parte de dioses personificados, sino del movimiento eterno del cosmos. Sin embargo, hoy no se interpreta una ley natural como un arquetipo, y cuando se consideran otros aspectos de las leyes naturales como la herencia o la filogénesis de las enfermedades y dolencias, se está poco dispuesto a aceptar esos procesos como un destino.

En algunos entornos resulta aceptable hablar de Karma, pero se evita hablar de destino. Karma parece más aceptable, significa una consecución de causas y efectos, que concede mucha importancia a la actitud y acción personal, a las decisiones individuales. Por otro lado, el destino parece estar unido al azar, y para él, no existe la libertad de acción y decisión.

No obstante, esta no fue siempre la concepción filosófica del destino, ni siquiera vista por los estoicos, que estaban convencidos de la inevitabilidad del devenir. Ellos pensaban que los humanos somos generalmente demasiado ciegos y estúpidos como para ver los resultados implícitos de nuestras acciones. De acuerdo con la filosofía india, el hombre siembra su semilla, pero luego no presta atención al crecimiento de la planta; cuando esta germine y madure, cada individuo deberá comer los frutos de su propio campo. Esta es la ley de Karma, no muy diferente de Heimarmene, elocuentemente descrita por el profesor Murray:

“Según el adecuado símil de Zeno (fundador del estoicismo) Heimarmene es como un fino hilo que transcurre a través de la totalidad de la existencia, como el hilo de vida invisible que, a través de la herencia, pasa de generación de especies vivas a otras y mantiene al individuo, generando siempre el movimiento tanto de lo infinitesimal, como de lo infinito… algo muy difícil de distinguir de la Pronoia o Providencia, la labor divina, en realidad, la esencia de Dios”.

No solo es muy difícil distinguir destino de Providencia, sino también de Karma o ley natural.

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