Su renacer, su auge actual, viene respaldado por cinco mil años de historia. Y si hacemos caso de esa máxima de la publicidad que dice que con una buena campaña se puede vender cualquier producto, pero que para que este se siga vendiendo hace falta que este sea bueno, ante nosotros tenemos cinco mil años de venta de horóscopos. También es cierto que ha pasado por malos momentos, que ha sido despreciada, ridiculizada y maltratada, tanto por sus críticos y detractores como por sus propios practicantes.
EL RENACER DE LA ASTROLOGÍA
Expresiones como «Soy Aries, con ascendente en Tauro, la Luna en Piscis y Júpiter en la primera casa», que antes solo estaban en boca de una minoría de expertos, a los que se miraba con un aire entre intrigado e irónico, se están convirtiendo en la nueva tarjeta de presentación; el nuevo curriculum vitae en una sociedad como la nuestra, obsesionada por hacer muchas cosas en poco tiempo, por vivir más, por conseguir más.
La Astrología se nos brinda, la mayoría de las veces intuitivamente, como una comprensiva anciana, llena de sabiduría, un tanto enigmática a veces, con un cierto halo de magia y misterio, pero que si se le sabe preguntar siempre da una respuesta.
Su renacer, su auge actual, viene respaldado por cinco mil años de historia. Y si hacemos caso de esa máxima de la publicidad que dice que con una buena campaña se puede vender cualquier producto, pero que para que este se siga vendiendo hace falta que este sea bueno, ante nosotros tenemos cinco mil años de venta de horóscopos. También es cierto que ha pasado por malos momentos, que ha sido despreciada, ridiculizada y maltratada tanto por sus críticos y detractores, como por sus propios practicantes.
Al igual que todo conocimiento humano, es susceptible de un mal uso, de pedirle demasiado, de ser utilizada con fines sectarios.
Por ejemplo, en la Alemania nazi se usaban las predicciones astrológicas como propaganda, para dar ánimos a una nación cercada y a punto de la derrota, publicando los medios de comunicación que determinadas posiciones hacían de Alemania un país invencible.
Sin embargo, frente a este descrédito, en la conciencia popular ha existido siempre un respaldo a esta creencia. Fijémonos, por ejemplo, en una expresión que se utiliza como felicitación para grandes acontecimientos: «Enhorabuena», actualización de la expresión más antigua: «Que sea en hora buena», que alude claramente a la importancia de que los sucesos se produzcan en un momento u otro.
La estadísticas también confirman este interés popular. Así, según unas encuestas recientes, el 58% de los encuestados se interesan por su signo zodiacal, el 35% lee su horóscopo en la prensa y el 38% afirma que estaría realmente interesado en su horóscopo personal detallado. Históricamente, la Astrología y la Astronomía fueron una misma cosa hasta el comienzo del racionalismo, hace 300 años (en 1.666 fue expulsada de las universidades francesas). Hasta entonces, la Astronomía estuvo al servicio de la Astrología, y el conocimiento del cosmos era utilizado por la Astrología para comprender al hombre y su destino. Dos siglos antes, en la Edad Media, la Astrología gozó de gran respetabilidad académica en la universidad europea, donde las enseñanzas astrológicas formaban parte del plan de estudios.
Con el Renacimiento su popularidad descendió, siendo los propios papas quienes la protegieron y ampararon, como Sixto IV, que vivió entre 1414-1484, y fue el primero en levantar e interpretar un horóscopo. O Julio II, que consultó a un astrólogo para elegir el día de su coronación. La Astrología ha estado presente en todas las culturas, en todas las civilizaciones, y ahora, en la era de los ordenadores y los viajes espaciales contemplamos su resurgir.
Entramos en la Era de Acuario y dejamos atrás la de Piscis. Este es el momento de la reconciliación entre la ciencia y el humanismo, entre la razón y la intuición. En este sentido la Astrología muestra su valor sintético, ya que combina lo racional, pues el cálculo de posiciones planetarias es absolutamente exacto, con lo intuitivo. La interpretación de estas posiciones, aunque está basada en reglas demostradas estadísticamente, siempre tiene algo de arte y necesita un alto grado de intuición.
Los que conocemos la Astrología pensamos que el que la utiliza o descubre entra en otra concepción del mundo: se conoce y se comprende mejor a sí mismo, su Filosofía se hace más serena, aprende a esperar los acontecimientos unas veces y a buscarlos otras, se fortalece contra el infortunio, no rebelándose contra él, y aprovecha los momentos propicios, porque sabe qué aspecto tendrán y cuánto van a durar. Su relación con los demás es más armoniosa, los conoce en el más amplio sentido de la palabra, sabiendo cuáles son sus virtudes y sus debilidades. Al mismo tiempo, aprende a ver las personas que son más compatibles con su naturaleza y en qué campos.
En contra de lo que argumentan sus detractores, la Astrología da más libertad, según la famosa frase latina «Los astros inclinan pero no determinan», siendo la voluntad libre para elegir entre los caminos que la vida propone. Sin embargo, a veces se dan coincidencias increíbles. Uno de los argumentos que se lanzan para intentar rebatir la veracidad de la Astrología es el caso de los gemelos. Todos conocemos a gemelos que nos dicen «pues yo no me parezco en nada a mi hermano gemelo».
Veamos qué dicen al respecto las estadísticas. Según el doctor F. J. Kallman, del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, tras haber estudiado durante 30 años 27.000 pares de gemelos, ha establecido que todo ser lleva en él un reloj, regulado en el momento de su nacimiento que predetermina notablemente las enfermedades y los accidentes. Cita concretamente el caso de unos gemelos separados durante 50 años, uno en China y otro en Europa, que sufrieron el mismo ciclo de enfermedades y accidentes.
En realidad, no hay necesidad de inventar este reloj biológico, ya que la semejanza entre las dos cartas astrales de los hermanos basta para explicar este hecho. Más interesante es el caso de las personas nacidas de padres diferentes, pero aproximadamente en el mismo momento, en el mismo día y en el mismo lugar. Son los llamados gemelos astrales.
El caso mas célebre es el del rey Jorge III de Inglaterra y el chatarrero Samuel Hemming, nacidos el 4 de junio de 1738 en horas muy próximas. Sus destinos ofrecieron grandes semejanzas: Jorge III se convirtió en rey el mismo día que Hemming llegó a ser dueño de la tienda de chatarra, ambos se casaron el 8 de septiembre de 1761, tuvieron el mismo número de hijos del mismo sexo, sufrieron las mismas enfermedades aproximadamente al mismo tiempo y ambos murieron el 29 de enero de 1820 con pocas horas de intervalo.
También el rey Jorge IV de Inglaterra tuvo un gemelo astral perteneciente a una clase social muy pobre, pero que manifestó los mismos gustos que el rey a lo largo de toda su vida. Y hubo una coincidencia divertida: el rey recibió una coz de un caballo el mismo día que su gemelo astral recibía la coz de un asno. Ambos tuvieron que guardar cama durante el mismo tiempo.