CARTA DE AMOR A ARIES
Disfruta de este texto lírico que se convierte en una carta de amor a Aries.
ARIES
Naciste, después de la larga oscuridad, en la que eras una promesa, un delirio, una espera; pero por fin estas aquí y por ello te doy gracias. Eres para mí como un trueno de luz, como un relámpago de sonidos. Irradiando energía y fuerza, vas por la vida cabalgando en tu noble rayo de seguridad en ti. Inspirando confianza, respirando anhelos, buscando aquel sonido, un eco de oro en una piedra, que se transforma en luz.
Tú redimirás al ego, convirtiéndolo en servicio de causas y horizontes, donde no transcurre el tiempo. Vives en el ahora, que estiras hasta hacerlo eterno. Rayo blanco, sinceras voces alerta, confiando en tu verdad, danzas al ritmo de un soplido, saltando entre susurros, buscando germinar. Aunque te rodee el fuego, ves tierra, aunque te maltrate el aire, ves meta. En un lugar sagrado se refugia tu corazón, que busca utilizar tu fuerza en algo que merezca el llanto, el crujir de dientes, el peso.
Admirando el triunfo, no desprecias a los débiles, que son para ti una ocasión para compartir y partir, todo aquello que quiso darte el Verbo. Quisiera que en mí no encontraras una oposición a tu esfuerzo, más bien un lugar en que apoyarte, donde posar tu cabeza. Y cuando me ames no pienses que es otro ser al que quieres, siente que sales de ti y por fin te encuentras. Te espero entre las nubes, saltando como tú, entre olas de energía.
Llevas en tu pecho un mensaje, escrito con oro y plata, que asegura que del océano surgirá un destello, que será mar y gota, grano de arena y desierto, luz de Luna, que busca para sí el amanecer completo, para ser al mediodía espejo de la alegría. Cuando busque a alguien que encuentre un sentido a la aurora, no te encontraré llorando, por lo que pudo y no quiso, te veré con el pie en alto, para dar el primer paso, el primer beso, el primer concierto de arpas de ola y viento.
Tu mirada subirá tan alto, serán tan grandes tus sueños, verán al día cantando con ardor y con valor; mirando a la muerte a los ojos, hasta que su sueño penetres y veas una sonrisa y un lecho. No busco nutrirme de ti, deseo darte las riendas de mi carroza de estrellas para que la guíes con mano firme, hacia lo de veras. Quiero encontrarme contigo, saber que fue en buena hora y si no, confiar en que aunque tengas razón, sepas pedir perdón.